El brote de gripe o influenza porcina que se está desarrollando en México ha sido un ejemplo extraordinario de cómo campea el amarillismo, el sensacionalismo, la ignorancia audaz y la irresponsabilidad en el tratamiento de un tema eminentemente científico y donde la información debería fluir abundantemente y de modo claro hacia la población, y en condiciones donde el gobierno decide actuar primero para proteger sus intereses políticos (la gente ya después, total, ni que se vaya a acabar el mundo), los medios de comunicación se decantan por lo escandaloso, los reporteros van a la ruta del menor esfuerzo y el resultado es desinformación, pánico, ignorancia y, claro, la victimización de la población por parte de vendedores de misterios, salvapatrias y desvergonzados surtidos.
Ver esta situación desde el otro lado del Atlántico tiene la desventaja de que no se tiene la sensación de la textura social, pero en estos tiempos de Internet sí se tiene toda la información relevante, y además se puede ver la situación en su contexto general sin el problema de que los árboles no permitan ver el bosque. Entiéndase esta entrada en ese contexto.
El gobierno
El gobierno mexicano, en sus distintos poderes y niveles (federal, estatal y municipal) enfrentó el tema de un modo francamente incomprensible. Un día no pasaba nada y al día siguiente se cerraron las escuelas. Obviamente, una emergencia así ocurre con desastres súbitos, terremotos, inundaciones, pero no en el caso de problemas que se van presentando gradualmente. Las dos opciones que le quedan al observador son 1) el gobierno mexicano sabía lo que estaba ocurriendo y se lo ocultó alegremente a la población (no sería la primera vez) o 2) el gobierno mexicano estaba contándose los dedos (no sería la primera vez) y un organismo exterior como los CDC o la OMS llegó a avisarles que había un problema y reaccionaron apanicados (tampoco sería la primera vez).
A partir de ese momento, el gobierno mexicano se sintió en la obligación de dar cifras, y las dio sin decir de dónde salían. Así, para el domingo 26 se hablaba de más de mil afectados y más de cien víctimas mortales, y ningún reportero se tomó la molestia de preguntar cómo se habían obtenido esas cifras si, hasta ese momento, no había en México los recursos de laboratorio para confirmar los casos de gripe porcina.
Los síntomas de la gripe porcina son iguales a los de cualquier gripe: fiebre, tos persistente, garganta irritada, dolores del cuerpo (cuerpo cortado), dolor de cabeza, escalofríos y fatiga. Dicho de otro modo, no es posible diagnosticar la gripe porcina "a ojo", como hemos visto que lo hacen algunos médicos para las cámaras de la televisión mexicana. Dado que estos síntomas no dicen prácticamente nada al médico (vaya, dicen "gripe", pero no dicen "porcina" ni "no porcina" ni nada más), en el diagnóstico se utiliza también el historial, es decir, si el paciente ha estado en contacto con personas que se haya confirmado que tienen gripe porcina.
Pero la única forma de diagnosticar con certeza razonable la gripe porcina es mediante tres procedimientos de laboratorio: 1) la PCR-RT (reacción en cadena de la polimerasa por transcripción inversa), una técnica común de laboratorio que se utiliza en la biología molecular para producir muchas copias de una secuencia de ADN para su posterior estudio, 2) el cultivo del propio virus en condiciones de laboratorio y 3) el recuento de anticuerpos de este virus concreto en el sistema inmune del paciente.
Todo ello con el problema de que no habiéndose caracterizado el virus aún, sería mucho más urgente secuenciar su ARN que hacer declaraciones y hablar de cifras que, finalmente, no significan nada. Me explico: mil enfermos de gripe porcina implicaría que al menos mil personas habrían sido sometidas a estudios, y las mil habrían dado positivo, o, más razonablemente, que se habría sometido a estudios a miles y miles de pacientes con afecciones respiratorias y entre ellas se habrían detectado los mil afectados del gobierno mexicano. Tales estudios no se hicieron y no se han hecho al momento de escribir esta entrada. Lo mismo se aplica a las víctimas: hay una mortandad "normal" anual por la influenza estacional, por pulmonías de varios orígenes. Detectar que estos cien fallecimientos se deben al virus en cuestión requeriría estudios que no se hicieron. De hecho, ya una vez habiendo entrado al quite los CDC y la OMS, se sabe que sólo 24 fallecimientos están confirmados a fecha de hoy (pero no nos dicen cuántos de los cien originales han sido descartados, que también sería importante).
Como suele pasar en la cobertura de ciencia, hágala un diario más o menos respetable (cada vez hay menos) o Íker Jiménez (cada vez hay más), el sensacionalismo campa a sus anchas, los datos no se confirman, los reporteros ni siquiera van a los sitios Web donde ya les tienen hecho el trabajo, como este PDF de la OMS, y hay una actitud general de "total, no pasa nada si retorcemos un poco la verdad".
El concurso de decir estupideces para salir en los diarios
Las autoridades sanitarias de Coahuila optaron por chupársela al "señor gobernador" diciendo que en Coahuila no había casos de influenza porque "se habían tomado medidas a tiempo". Esta afirmación implica, por otro lado, que donde sí hay casos de influenza es porque el gobernador no es tan simpático, tan guapo, tan inteligente y tan patriota como el priísta Humberto Moreira, alabado sea el cerumen de sus orejas.
Pero no es cierto, no hay "medidas" qué tomar como no sea recomendar que las personas con afecciones respiratorias se aíslen en prevención de que lo suyo sea gripe porcina. Pero para que este llamamiento funcione se debe informar también que hay muchos casos de gripe porcina asintomáticos, que no es mortal de necesidad, ni mucho menos, que el que la padedce, en la gran mayoría de los casos, la pasa como una gripe normal de temporada. Y eso no es noticia, o sea que no se difunde demasiado.
Por salir en las noticias, el destacado virrey Fidel Herrera (famoso por acudir a los "brujos" de Catemaco en su personal carrera por la presidencia de México, y señalado repetidamente como amigo de lo ajeno, incluso en canciones), se apresuró a informar que de cinco pacientes analizados se confirmaron dos casos positivos de influenza, pero no pertenecen a la nueva cepa. O sea, que no tenían influenza porcina. O sea que no eran noticia, pero había que dar la rueda de prensa.
Un personaje se hizo famoso por decir, primero, que había vacunas para todos. Cuando la gente las exigió, dijo que sólo se darían al personal sanitario. Poco después, cuando ya habían llegado datos, tuvo que admitir que no existe la vacuna y no existirá antes de seis meses, aún con los laboratorios trabajando a todo trapo.
Los medios charlatanescos y los charlatanes en los medios
Y, como suele ocurrir en todo el mundo, por desgracia, y así lo denuncian oportunamente blogs como Bad Science del Dr. Ben Goldacre o Malaprensa de Josu Mezo en España, al tratarse de una noticia relevante (de información general, pues, que puede acabar en la portada), se le asignó en general a reporteros de información general, y a los pocos especialistas en ciencia, los que saben hacer preguntas incómodas, apenas se les consultó, o ni eso. Igual que el gobierno mexicano hizo muchas reuniones con políticos y ni una con virólogos, epidemiólogos, genetistas o especialistas mexicanos (que los hay, y del más alto nivel), los diarios, no sólo los mexicanos, prefirieron el titular atractivo, el escándalo, la venta de diarios y el "todosvamosamoriiiiir" que acabó con su credibilidad en la sociedad mexicana en pocos días.
Entretanto, mientras la epidemia amenazaba con volverse pandemia (de nuevo, con baja mortalidad, que no es la peste negra) los de siempre, los comerciantes de lo esotérico, se subieron a ver qué sacaban.
En una serie de direcciones reunidas por el mencionado Ben Goldacre, los ultracristianos de ultraderecha estadounidenses se apresuraron a decir que era un "castigo de dios por la adoración de ídolos". Por su parte, los pseudocabalistas, que se han hecho famosos por tener a Madonna en su secta se preguntan si es "la segunda plaga" (éstos, como algunos judíos y musulmanes delicaditos, se oponen a llamarla "gripe porcina" porque se ofenden, prefieren llamarla "gripe mexicana", considerando que quizás, con los gobiernos que soportan, los mexicanos son menos propensos a sentirse ofendidos). Los mejores comerciantes del mundo, los homeópatas, esa organización mundial que vende agua azucarada como remedio a todos los males ha buscado su parte, y no menos que ellos los herbalistas pseudochinos que hablan de sistemas preventivos chinos sin explicar (qué raro) cómo es que podría funcionar su mezcla contra un virus, suponiendo que crean en los virus y no en desarreglos del chi, como manda su religión-curanderismo.
En el mundo hispanoparlante, esta especie de muñeco de ventrílocuo llamado Luis Flores Cornejo no tiene empacho en lanzar acusaciones para atraer a su guarida a posibles enfermos a ver si le pagan una sesión de Reiki o alguna cosa similar que no funciona más que como placebo.
Las chicas de Skepchicks, por cierto, nos recuerdan el chiste: ¿Cómo se llama la medicina alternativa que sí funciona? Medicina.
Finalmente, los conspiranoicos en general, en esta ocasión representados por un grupo que uno podría creer que es de izquierda a no ser porque muestra una escasez de ideas inaceptable en alguien que profesa una ideología, hablan de que todo es un complot de las farmacéuticas (y ya sabe usted que si alguien osa no estar de acuerdo, no discutirán ni argumentarán con datos y razones, sino que lo acusarán de estar a sueldo de las farmacéuticas, por supuesto).
En los márgenes, sin embargo, lejos del sensacionalismo de medios irresponsables y de la penuria moral de gobiernos usurpadores y ultrarreligiosos, hay información, mucha. En condiciones normales, sería de esperarse que los medios de comunicación fueran, precisamente, los encargados de separar el grano de la paja, la propaganda de la información, lo irracional de lo racional. Vaya, ésa es (o era) la responsabilidad de los medios. Pero en las condiciones actuales, donde la desinformación fluye con tanta alegría como la información, recuerde las dos preguntas en las que tanto insistimos, y que debe dirigir a quienes dan la información y a los medios que la transmiten: ¿Cómo lo sabe? y ¿Puede probarlo? Eso al menos le ayudará en principio a distinguir entre las declaraciones a voleo de un político y la información basada en hechos reales, conocimientos sólidos y datos comprobables.
Entretanto, no olvide nunca que todos los datos, toda la información sobre virus, todos los conocimientos de influenza de los que hablan los sitios de "medicina" alternativa, han sido obtenidos por la ciencia de verdad, mientras que la "medicina" china, la homeopatía, la acupuntura, las flores de Bach, el reiki y demás siguen sin dar un solo conocimiento que mejore la salud de las sociedades, ni un hecho, ni un conocimiento.
Lo que reducirá la gravedad de la epidemia o pandemia, lo único que nos puede ayudar, son precisamente los hechos, los conocimientos y los datos, esas cosas que se obtienen trabajando antes de hacerse publicidad o administrar los riesgos políticos.