La charlatanería no es privativa del mundo del misterio, lo esotérico o lo preternatural. Es hermana del fraude económico, de la corrupción, del engaño, de las dictaduras y de los atropellos a la dignidad humana, partiendo de mentiras difundidas ampliamente en esfuerzos propagandísticos repugnantes.
Una dictadura feroz, que sumó 39 años ininterrumpidos de torturas, asesinatos, vejaciones, humillaciones e indignidad como la de Francisco Franco (imagínese más de dos veces la duración del pinochetismo y la operación Cóndor, más de 7 veces el régimen de Videla -robos de niños incluidos-, más de 12 veces el régimen de Pol Pot, más de tres veces el régimen de Hitler, más de 3 veces el horror ideológico del estalinismo y sus gulags) dejó detrás una estela de dolor humano aterradora. Las cicatrices de las garras del fascio franquista recorren no sólo los caminos y pueblos de toda España, sino buena parte de Europa y América Latina, a donde huyeron quienes de no haberlo hecho estarían hoy también en las cunetas, malenterrados bajo las encinas, en los muros de los camposantos erigidos como paredones de fusilamiento por profesionales del odio y la crueldad.
El engaño de la religión sumado a las mentiras del odio fueron pilares esenciales de esos 39 años de horror interminable. Y no me limito a la guerra, donde suena siempre el retintín de "todos cometieron atrocidades" porque sí, las guerras nunca son asunto agradable, sino que pienso en los miles y miles de víctimas que lo fueron después de la guerra, indefensos, juguetes rotos de los niños sanguinarios que se habían hecho con el poder y quedaban convertidos en amos y señores de los vencidos, de los que hicieron cuanto quisieron (y quisieron mucho) entre 1939 y 1975, apenas dos meses antes de la muerte del genocida.
Quien esto escribe fue criado por el exilio español en México, y cuenta entre sus amigos a gran cantidad de hijos y nietos del exilio, hombres y mujeres a quienes la sed de sangre y los delirios de un asesino en serie les impidió nacer en la tierra de sus abuelos y les dio otra patria que, por fortuna, no les fue del todo adversa.
Por mis profesores, Carmen Aguayo de Cirici-Ventalló, Tomás Bilbao, Vicente Carrión Fos, Horacio García, Carmen y Julia Tagüeña, Margarita Carbó, los hermanos Sáinz de la Calzada y muchos otros que olvido injustamente, y por mis amigos, que saben quienes son. por León Felipe, por Pedro Garfias, por Lorca, por Miguel Hernández, por Remedios Varo, por decencia y porque la razón asiste a los que piden justicia y porque el olvido es hermano gemelo de la mentira, apoyo a Garzón y repudio a quienes lo persiguen subidos en los putrefactos huesos del dictador, del "sapo iscariote" como llamaba León Felipe a Franco desde el exilio donde murió como tantos otros.
Porque al elegir entre las víctimas del dictador y el dictador, me quedo con las primeras,
Porque la injusticia no se cura con el olvido, sino con la justicia, apoyo a Garzón.