mayo 10, 2004

¿Ha muerto la criptozoología?

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Aldo Tomi Alba, escritor y divulgador mexicano, nos hace llegar la siguiente colaboración sobre el tema de la "criptozoología", una más de las risibles "disciplinas" de los esotéricos climatéricos y que ilustra bastante bien cómo hacen "ciencia" los meapilas metidos en el mundo de alucinaciones y desprecio por la razón más elemental que es el misticismo o la parasicología.

Vale la pena recordar que no hace mucho murió el "descubridor" de las "huellas" del "Pie grande", un simpático embaucador gringo cuyos engaños quedaron ampliamente documentados una vez que dejó el mundo de los vivos, cuando sus hijos mostraron orgullosísimos al mundo los dispositivos con los que su padre le vio la cara de imbéciles a varios miles de congéneres, y entre los cuales estaban las patas de madera con las que hacía "huellas de Bigfoot". Su embuste, sin embargo, sigue dándole de comer a una tropa nada despreciable de haraganes.

Esos haraganes mantendrán vivos los mitos no por creer en ellos siquiera, sino porque pueden contarle los mismos cuentos a las nuevas generaciones una vez que los anteriores entusiastas los depositan en el bote de la basura, que es, finalmente, su hábitat natural.


¿HA MUERTO LA CRIPTOZOOLOGÍA?
por Aldo Tomi Alba


Pues si no lo ha hecho, resultan sospechosos los buitres prehistóricos que ya planean sobre ella.

La criptozoología, nombre acuñado en 1955 por el zoólogo belga Bernard Heuvelmans, autor de Sobre la huella de animales desconocidos (la edición más reciente de On the Track of Unknown Animals es de Paul Kegan, Londres, 1995), monumental y legendario tratado en el que el científico analizaba con todo detalle reportes de encuentros con especies "desconocidas" o criptozoológicas (del griego kryptos, enigma y zoo animal). Heuvelmans lanzó una atrevida teoría para explicar esos avistamientos, en ella concluía que la mayoría eran encuentros con animales considerados extintos o desconocidos: dinosaurios saurópodos, invertebrados descomunales y mamíferos prehistóricos (perezosos, esmilodones, chalicoterios y zeuglodontes).

La minuciosa obra de Heuvelmans encendió la llama que llevaría a la creación de la criptozoología, además del sorprendente hecho que se hubieran descubierto celacantos vivos (pez primitivo de aletas lobuladas del antiguo orden de los crosopterigios), pues el último registrado se encontraba en un fósil con una antigüedad de 60 millones de años. Y, sí los celacantos habían sobrevivido, ¿por qué otra especie no? Reinó entonces la esperanza de que nuestro planeta tendría que albergar más "fósiles vivientes" (de mayor tamaño que los "pececitos de plata", los escorpiones y el tuàtara neozelandés).

Se supo entonces que había seres tan famosos como el abominable hombre de las nieves, el monstruo del lago Ness, el kongamato y muchos otros que sólo se conocían por leyendas o descripciones de exploradores y cazadores.

Así nació la criptozoología, cuyo principal objetivo sería demostrar a la ciencia oficial y al público en general que el Yeti y los otros seres eran tan reales como los leones de África. Sus adeptos se lanzaron al mundo en busca del ejemplar gracias al cual su ciencia alcanzaría el estatus de oficial.

Pero...

Han pasado 40 años y no existe todavía una sola fotografía, audio, video, película, diapositiva, huesos, huella, cadáver, pelos o polvo de algún ejemplar.

El principal argumento de los criptozoológos es que la biología oficial no acepta la existencia de nada si antes no tiene un ejemplar en su mesa de disección, bárbara costumbre decimonónica.

Por otra parte, la búsqueda de estos ejemplares; a pesar de lo que pudiera creerse, no sólo la realizan aficionados o farsantes, pues científicos, aventureros, millonarios texanos y hasta la BBC han patrocinado y/o realizado expediciones al Himalaya, al Amazonas y al Congo. Lamentablemente nunca han obtenido resultados positivos.

Entre algunos de los problemas que padecen las expediciones están:

a) Por la premura no se mide la luz de forma adecuada y al revelar las fotografías sólo se advierten borrones. En tiempos modernos, la aparición del ejemplar es tan fugaz que no hay tiempo de desenfundar la cámara de video.

b) Cuando se mata o se encuentra un espécimen muerto, siempre se le desecha porque el hedor de la descomposición es insoportable, así se han perdido presuntos cadáveres de plesiosauros, serpientes gigantes y hombres-simio (en la famosa foto del "Simio de Loys" todo parece indicar que es un moño araña al que se le escondió la cola), sin que a nadie se le haya ocurrido tomar una fotografía, guardar la cabeza, algunos dientes, una garra, un trozo de piel o lo que fuera.

c) Las criaturas siempre se aparecen en la lluvia, en la niebla, en la obscuridad o demasiado lejos.

d) El explorador está exhausto y enfermo y aunque ve al ejemplar, ya no tiene fuerza para sacar la cámara, el cuchillo o el rifle.

f) Jamás se ve al ejemplar, pero se encuentra a decenas de personas que afirman que sus abuelos sí lo vieron e incluso lo cazaron.

g) Cuando los exploradores pasan, el ejemplar acaba de hundirse en el lago y lo único que se ve es el movimiento del agua.

En conclusión, nadie ha presentado pruebas de que existan ejemplares vivos de Alma, Orang Pendek o Yeti (homínidos), Mapinguari (perezoso gigante) M'kele M'bembe (dinosaurio del congo), Sucurijú (anaconda gigante, más de 20 metros), oso de Nandi, serpientes marinas gigantes, basilosaurio, quetzalcoatlus, etcétera...

Además, varios "testimonios auténticos y serios" ("La foto del cirujano" en el caso de Loch Ness, por ejemplo) se han revelado últimamente como fraudes de diferente manufactura (modelos a escala, disfraces, retoque) y, en las filmaciones que existen, el sujeto está tan lejos que se puede adivinar lo que uno quiera.

Además, los testimonios cambian tanto acerca del mismo ejemplar, que parece que los testigos estuvieron en Monster Island.

Sí se han documentado nuevas especies de tiburones, elefantes, ciervos, chimpancés e insectos, pero ningún sobreviviente de eras pasadas.

El único que sigue presentando "pruebas" en primera plana es el National Inquirer como: "¡Paseantes perseguidas por un tiranosaurio!" y tonterías por el estilo.

Así que día con día crece la cantidad de ex-creyentes en la criptozoología que aceptaron con tristeza que los únicos dinosaurios sobre la Tierra son:

* Barney

* Los generados por computadora

Y de haber quedado uno, ya hace muchos años que murió. Y que sí, el caso del celacanto es único en la faz de la Tierra.

Admiten igualmente que Nessie, Ogopogo, Selma y Champ, entre otras criaturas acuáticas, sólo son esturiones, anguilas o salmones muy desarrollados, bancos de peces, fenómenos hidrológicos o engaños del comité turístico de la localidad.

Quizá la criptozoología, que nació cuando todavía había sitios por explorar a finales de los años 50, respondía al optimismo de la "era atómica", a la ilusión infantil en la existencia de un "Mundo Perdido" en el que estegosaurios y baluchiterios no se hubieran ido para siempre. Lugar en que se haría realidad el sueño de encontrar hombres nunca corrompidos por la civilización.

Pero en nuestros días de satélites de vigilancia con cámaras de alta definición, con la capacidad de distinguir una hormiga en el piso de una selva ¿qué tan probable sería la existencia de un "Mundo Perdido", ya sea en el Amazonas, África, la Antártida o el Polo Norte? Ahora que se escudriña cada centímetro del orbe desde el espacio, no se ha encontrado nada parecido (a menos que el "gobierno secreto" de la Tierra los mantenga en secreto).

La criptozoología llegó, como la ufología, a un callejón sin salida, pues sus adeptos se retiran desilusionados ante la falta de pruebas. Además de que nuevos descubrimientos en el estudio del clima le asestan golpes mortales, por ejemplo, aquella creencia de que existiera un lugar en el mundo en el que las condiciones climáticas se hubieran mantenido desde el Jurásico no es posible, porque en tan sólo 1,000 años una selva tropical puede convertirse en una llanura.

A pesar de que contó entre sus filas con científicos intachables como Ivan Sanderson, que se vio envuelto por el entusiasmo en el escandaloso fraude de un presunto homínido congelado que resultó un modelo de plástico, el ex director del departamento de biología de la Universidad de Chicago, doctor Roy Mckal, o el ya citado Heuvelmans, la mayoría de la comunidad científica tacha a la criptozoología de "hechiza", y lo sigue haciendo, pues la emparenta más con los horóscopos que con la biología.

No cabe duda que pensar que no se habían extinguido los masasaurios era un buen deseo, ¡cuántas dudas se resolverían! Además, lavaría un poco la culpa de haber extinguido millones de especies desde el siglo XVIII.

Pero, como ya sabemos que no existe un "mundo perdido", tendremos que esperar miles de años para que exista una agencia de viajes en el tiempo que nos permita ir al Cretácico inferior.

El pronóstico es que la criptozoología terminará en el desván de las seudociencias como el mesmerismo, la new age y el Malleus Maleficarum.

Mientras tanto, los fanáticos se aferran a lo imposible y ya aceptan como "ejemplares criptozoológicos" ¡al "chupacabras", los vampiros y el "hombre polilla"! Otros publican grotescos fraudes por Internet como el "apatosaurio de Guanajuato", que los habitantes llaman "Chan" (una versión mexicana de M`kele) según el cuento chino que nos narra esta página. O, de plano, se lanzan a la mariguanada total y proponen la teoría de que los Yetis y Bigfoot son "parasimios" es decir, seres con apariencia simiesca que pueden alterar su composición molecular, lo que, según ellos, explica que las balas no los dañen o que nunca se hayan encontrado restos, o bien que son artefactos exploradores de los ovnis, que vienen de otras dimensiones o son habitantes de la Tierra subterránea o mundos paralelos.

La verdad es que, si no han encontrado pruebas de animales de 30 metros, nunca lo harán de seres de leyendas folklóricas o alucinaciones guajiras.

Mucho mejor será crear una nueva rama, la biología forense, porque a este paso, en unos cuantos decenios ya sólo quedarán cadáveres de animales por estudiar.

Aunque se observa un fenómeno curioso: a menor posibilidad de que se encuentre un ejemplar, se multiplican las páginas de criptozoología, desde las que la analizan con toda seriedad (Sociedad Española de Criptozoología) hasta auténticos esperpentos a los que les da lo mismo los paquicefalosaurios, que los "mayas que viven en Venus", con tal de que sea un "misterio". Y se defienden diciendo que: "hay cosas que aunque parezcan imposibles, no por eso se pueden negar".

Críptidos famosos

Monstruo del Lago Ness (Nessie) - Escocia.

Bigfoot - Sureste de los Estados Unidos.

Yeti - Cordillera de los Himalayas.

Mapinguarí y Sucurijú - Región amazónica de Brasil, Bolivia y Venezuela.

M'kele M'bembe - Pantanos de Likwuala, Congo.

Oso de Nandi - Kenya.

La clonación del tilacino

La primera especie considerada para la clonación es el tilacino o lobo marsupial, un carnívoro que vivió en Tasmania hasta tiempos recientes (se declaró extinto en 1937), cazado hasta el exterminio bajo la premisa de que representaba un peligro para los granjeros y sus rebaños.

Hoy, los científicos se disponen a reparar ese error y tratarán de clonarlo a partir de una muestra de tejido de un cachorro conservado en alcohol.

Según un programa difundido por la emisora Discovery Channel, una vez reparado el código genético, se llevaría a cabo el proceso de fertilización y luego se trasladaría la célula fecundada al útero de un wombat o un diablo de Tasmania, que son especies afines al Tilacino.

Si el proyecto tiene éxito, ya podremos hablar del fin de las extinciones pues la ciencia habrá encontrado la manera de revertir el proceso, con lo que la clonación dejará de ser ciencia ficción, pues la oportunidad de que especies prehistóricas o extinguidas vuelvan a la vida ya está a la vuelta de la esquina.

Aunque ya surgen las protestas, pues se dice que devolver una especie extinta a la vida es una muestra de la soberbia humana.

¿Y extinguirla no lo es?